España – Edimburgo
Después de una noche un poco inquieta por los nervios
del viaje, nos levantamos pronto y empezamos nuestras vacaciones.
Todo estaba recogido, todo preparado. Cerramos la casa
y nos fuimos al aeropuerto a las 11:30 h. pues nuestro vuelo salía a las 13:30
h. con destino a Madrid. Preferimos estar con tiempo en los sitios ante los
imprevistos que puedan ocurrir sin imaginar que estos ya iban a empezar.
Era ya la hora prevista de embarcar y el avión que
tenía que llevarnos a Madrid no había salido aún de allí.
Sentados frente a las cristaleras, esperando verlo
aterrizar. Rezamos para que no se retrasara mucho pues veíamos peligrar los
enlaces a los demás vuelos (Madrid-Londres a las 15:55 h. y Londres-Edimburgo a
las 18:25 h.)
Una hora después, lo vimos en la pista y
mentalmente pedimos a los ocupantes y personal de mantenimiento que dejaran rápido el
avión preparado y listo para volver a despegar.
Aterrizamos en Madrid, vimos la hora, y corrimos de un
extremo a otro de la terminal 4 porque llegábamos por los pelos.
76 puertas de embarque, 1,2 km de distancia y nosotros
corriendo como dos posesos.
El avión no había salido aún; el “finger” estaba
conectado a él; el embarque no estaba cerrado pero no pudimos pasar porque
aunque nosotros estábamos allí nuestras maletas estaban todavía en el primer
avión.
Nos tocó ir al mostrador de Iberia y después de un
rato de espera conseguimos un nuevo vuelo a Londres a las 17:05 h. Nos dijeron que en el aeropuerto de Heathrow nos darían los billetes para el de
Edimburgo.
Así que sin tiempo para nada, embarcamos en el avión que nos
llevaría a Londres. Eran las 5 y pico de la tarde, no habíamos comido pero nos
sentíamos felices de poder estar sentados ya en el avión.
Llegamos a Londres y otra odisea, pues aunque nos
aseguraron que aterrizábamos en la misma terminal donde saldría el vuelo
siguiente a Edimburgo, no fue así.
Bueno, fue así, la terminal era la 5 pero es que hay 3
sub-terminales en ella: 5A, 5B, 5C y a nosotros nos dejaron en la 5C y teníamos
el avión en la 5A.
Sin tener ni idea de donde estábamos y sin
ninguna indicación que nos iluminara, nos adentramos en un interminable pasillo
subterráneo sin posibilidad de retorno y sin nadie a quien pudiéramos
preguntar. Nos planteamos incluso saltar alguna alarma para que alguien se
diera cuenta de que estábamos allí.
Al llegar a lo que parecía el final del pasillo, una señorita,
personal del aeropuerto, con aspecto hindú y sin saber nada de español, a la
que le debimos dar pena, nos llevó casi de la mano al mostrador de British
Airways donde con las pocas explicaciones que sabíamos dar en inglés y el
número de nuestro vuelo anotado a mano en un papel nos pudieron dar por fin los
billetes a Edimburgo.
Pasamos por tres controles policiales donde te
fotografían (a los asiáticos les toman también la huella dactilar), pasas por
escáneres, te hacen descalzarse y te cachean. La seguridad en este país se la toman muy en serio.
A las 19 h. (hora local) ya estábamos esperando
nuestro siguiente vuelo (Edimburgo a las 20 h.).
Se abría un interrogante en
nuestras mentes: ¿Qué suerte habrían corrido nuestras maletas?
El vuelo fue muy agradable y nos sirvieron un refresco
sin necesidad de hacer ningún desembolso. Todo un detalle, pues en los demás
aviones no te dan gratis ni el agua.
Al llegar a Edimburgo se nos presentaban más retos:
1. Encontrar donde
se recogía el equipaje
2. Saber si había
llegado el equipaje
3. Buscar un taxi
para que nos llevara al hotel (los que nos venían a buscar ya hacía rato que se
habían ido pues nos esperaban a las 19:45 h. y eran casi las diez de la noche)
Todos los retos fueron logrados con éxito. ¡Qué
alegría!
Todo lo malo pasado hasta ahora se nos olvidó y empezamos a disfrutar de nuestro primer día de vacaciones.
Lo primero que nos sorprendió al entrar en el taxi es dónde estaba situado el volante.
Pero
lo que más nos gustó es ver, de camino al hotel, las casitas típicas inglesas.
¡Ya estábamos en Gran Bretaña!
Llegamos
al hotel Premier Inn City Centre Haymarket (Turista superior, en la ciudad)
Subimos
las maletas a la habitación y bajamos al restaurante para tomar una ligera cena
que nos tenían preparada pues sabían de nuestro gran retraso.
Así acabó nuestro primer
día; muy intenso y finalizado con éxito.